Más fábulas donde tu eres la luna y yo el sol y la moraleja es ninguno de los dos.

Mientras menos vida tengo, más mundos paralelos se forman.
Escribir es la mejor manera de mentir. Nunca me crea.

septiembre 24, 2010

El domador de Monstruos

Un héroe nocturno

El domador de monstruos
Ana María Machado
Ilustraciones de María Luisa Torcida
Ediciones SM, 1996. Madrid
Colección el Barco de Vapor, Primeros lectores
64 páginas.


A Sergio le dan miedo los monstruos. Las sombras de las ramas de los árboles forman extrañas figuras en la pared de su pieza. Como a cualquier niño, su misma imaginación le termina causando paranoia, teme por los monstruos que pueden esconderse detrás de las inocentes formas ambiguas.
Pero a Sergio se le ocurre una ingeniosa idea: amenaza al feo monstruo con que si no se va, él llamará a un engendro más feo aún. Así, el niño se mete en un lío, trayendo a su vez monstruos cada vez más extravagantes y más feos a su habitación.
“El domador de monstruos” es un relato simpático y tierno en el que demuestra que la imaginación puede asustarnos, pero también nos puede sacar de apuros.
Los niños se encontrarán con un tema que los identifica: el miedo a los monstruos, la oscuridad y la soledad de su dormitorio en la noche. Sergio logra “dominar” a los engendros nocturnos, como un pequeño caballero, armado sólo con su valor –y luego con su sentido del humor. Un héroe del dormitorio, acompañado de su fiel amigo, el conejo de peluche.
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septiembre 21, 2010

Las frustraciones



No entiendo por qué me esfuerzo por tener el cariño de quiénes más me lo niegan. ¿Será que al tenerlo, al fin, se "disfruta" más? ¿Es esa una forma egoísta de ver a este prójimo?
La experiencia me dice que cese esta tarea, que no da frutos y que cuando consigues un "si te quiero" es uno muy, muy emífero.


Por otro lado me cansa la obligación de devolver el cariño de quién no me interesa en demasía ese fervor hacia mi persona. Dentro del mejunje de seres que me han visto como su objeto de deseo el denominador común es que me vieron como una mina rica y culta. No me siento ninguna de las dos, ni me esfuerzo por serlo.


Prefiero que me vean como una persona agradable y que es demasiado (sí, demasiado) leal y es capaz de esperarte por horas si te prometí esperarte. O quedarme contigo todo el tiempo que sea necesario, aunque eso signifique quedar condicional por cimarra interna o muchas horas menos de sueño. Pero cada vez dudo de mi atractivo interior, en especial porque a quienes entregué todo me dejaron sin pena.


No sé si quiero seguir siendo el pañuelo o la solitaria. Pero las cosas no cambian y aunque mute mi geografía me sigo relacionando con el mismo prototipo de persona. ¿Mala suerte o irremediablemente no existen más tipos de personas?
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septiembre 19, 2010

Recuento.

He cambiado.
Estoy igual que siempre.
Han pasado muchas cosas.
No ha pasado nada.
Me han alabado.
Me han vituperado

Así soy yo: todo y nada.
Lo hago y no lo hago.
Creo y no creo.
Pienso y no pienso.
Amo y desamo.

Vuelvo a empezar y sigo siendo la misma.
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