Más fábulas donde tu eres la luna y yo el sol y la moraleja es ninguno de los dos.

Mientras menos vida tengo, más mundos paralelos se forman.
Escribir es la mejor manera de mentir. Nunca me crea.

diciembre 23, 2008

mami, tengo miedo

Pareciese que le tengo fobia a este blog. Tanto que di por él, pero poco ha dado por mi.
La razón es también la idea de publicar sólo cosas medianamente decentes (aunque esto no haya funcionado).
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diciembre 12, 2008

Adolesceres

 Versión actualizada.

Este cuento aparece en el libro "Palabras de
l fin del mundo" anuario 2008 de los talleres de creación literaria de la Universidad Finis Terrae.


Mientras me pintaba las uñas, veía el ARTV. Que este color es muy feo. ¿En qué siglo fue eso? Que el periodista es muy rico. Tengo que anotar eso. Chuta, quedó mal pintada esa uña. Este lápiz que no escribe. Tengo que lavarme el pelo. Está bueno, ¿lo repetirán para grabarlo? ¡Se me está acabando la pintura!
–Hija, apaga esa tele. Te pasas todo el día echada. Te vas a poner gorda...
¿Cómo me puede decir eso? Estudio todo el día y me retan. ¿En serio estoy gorda? ¡Horror!
–Sí, termina luego...
–Claro, deja que todo lo haga tu madre...

Siempre yo soy la mala.

–… que parece una esclava, ustedes ni la ayudan.

Lo repiten el lunes, estoy en el colegio. ¿Podría callarse?

–¿Hiciste tu cama?
–Sí.
–¿Ordenaste tu pieza?
–Sí.
–No la vi muy ordenada. Estás esperando que tu mamá lo ordene ¿cierto? ¿Desayunaste?
–Sí, antes que tú.
–¿Te lavaste los dientes?
–No...
–¿Y por qué no? ¿Estás esperando que yo te lo diga?
–Estaba esperando el agua caliente.
–Claro, siempre con excusas. Eres una floja. Y sale de aquí que me marea el olor a pintura. ¿Por qué no fuiste al patio a pintarte?
–Porque estoy viendo la tele.
–¿Y por qué no ves después? Puedes ver tele cuando quieras...
–Pero no lo repiten.
–¡Pasas todo el día viendo tele o metida en el computador, no ayudas nada en esta casa, eres súper floja y malagradecida!
–Ya, ¿qué quieres que haga?
–Claro, esperas a que te digan lo que tienes que hacer. Tienes que hacer las cosas tú sola, sin que te lo estemos diciendo a cada rato.

“¿Le gustó el programa? Cómprelo...”

No soy tan pudiente como para comprarme todos lo programas ñoños que quiero y no puedo ver porque estoy en el colegio o en el preu, y el fin de semana me la paso estudiando para sacarme ochocientos puntos para que me den una beca para que mis papás no paguen mucho y yo soy la malagradecida e intento darle en el gusto con la carrera y con la U que a ellos les gusta pero parece que no les importa eso. Ay, se me corrió toda la pintura por estar peleando. Ojala no me hagan lavar la loza porque se sale todo, aunque igual voy a tener que pintarme de nuevo. Mis ojos están feos y apagados y me miran con sueño desde el espejo de la cocina.

–¿Te vas a bañar, hija?
–Sí, al tiro.
–¿Pero por qué estás lavando la loza si lo puedo hacer yo? Anda a bañarte mejor.

Que la prueba de historia que el baile que mándame los scanners del libro que ordena la pieza que mañana hay simulacro conshetu... debo cuatro pruebas hace un año que no carreteo mentira no salgo nunca porque mi papá no me da permiso que no tengo amigos que nunca he pololeado que tengo malas notas que me duele la espalda que me quedo dormida en clases que llego a todos lados tarde... “tienes expectativas muy altas, hija...”

–¿Por qué estás lavando la loza, mi amor? ¿Acaso no tienes hijas que te ayuden?
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diciembre 05, 2008

Yegua

Te conozco, sé lo que eres. Y lo que no eres.
Te paseas por las pasarelas como si fueras una modelo más, aunque sabes que no es así.
Te codeas con los artistas, con la elite, los buscas los sigues aunque no se percaten de tu existencia.

Te sigo por tu paseo diario por el Parque Arauco. Sonríes al ver que todos te miran. Tu ingenuidad te hace pensar que es tu belleza, el estilo que tienes, tus ropas compradas en las más exclusivas tiendas del mundo (aunque el mono que se vista de Praga…).
No imaginas que produces sorpresa, después risa, luego desprecio. No te resulta eso de creerte una mujer natural, aunque te lo creas a más no poder. Se ríen de tu torpe caminar con zapatos de taco aguja, de tu corsé apretado y tu falda que no combina. De tus raíces negras, de tu busto asimétrico. Pero lo que más te delata es tu rostro. La cirugía no logró cambiarlo.

-Disculpe –te llama un señor que pasea junto a su esposa.
-Ah, sí, soy yo Sanndy Pérez. Es fabuloso tener seguidores de su edad.
-No, sólo quiero decirle que por favor se pasee por otro lugar que asusta a mi hijo.

Veo como tuerces la boca sobre-actuadamente, te subes el chal y caminas rápido. Te tropiezas en la vereda, lloriqueando exageradamente como siempre lo haces. En la calle le pides cigarro y fuego al hombre que fuma cerca. Te los entrega y se aleja con una expresión de susto y desconcierto. Con un taco medio roto y caminar de ebrio te paras en medio de la calle y prendes luego de varios intentos el cigarrillo.
Es el momento que me parece pertinente actuar. Me acerco, te tomo el brazo.
-¿Quieres dejar de hacer el ridículo, Adrián?
-¿Qué me dices? ¿Cómo sabes…?
-Sé lo que eres –me miras con una mezcla de sorpresa y miedo. Tus ojos me preguntan antes que puedas articular palabra –Lo sé, porque yo también lo soy.


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